quién indaga en la
superficie algún valle profundo,
quién se derrota a
sí mismo para al fin liberarse,
quién abre caminos
en un cuenco de sal,
quién husmea en la
noche, qué serpiente guerrera,
quién adormece a su
sombra hasta quedar detenido,
quién salta de
barrera en barrera
las mil pruebas de
oro.
Quién percibe que
acá,
en el borde del
mundo,
una campana suena
recordando lo inminente.
Me gusta esta
habitación
porque aunque es
blanca y es fría
tiene una ventana
por donde se ven los árboles.
Todo está quieto
preciso,
sigiloso el andar
hacia la sangre primera.
Somos varios los que
estamos por nacer
y aún
hay un tigre
que ronda y ronda
en el monte
iluminado.
Foto / Poesía: Cande Rivero