a Carlos e Imelda
Nos mirábamos.
No sabíamos donde
guardar
las imágenes,
el viento hundido
en cada pequeña
cosa,
en el reloj,
en los retratos.
No sabíamos
dónde guardar el
viento,
el que bailaba en la
puerta
que da a nuestro
jardín.
Ahora abrimos un
umbral entre las horas,
entre las flores que
nos miran
como si quisieran
decirnos algo.
Ahora abrimos un
túnel,
un nuevo túnel
hacia nosotros
mismos.
Tal vez tenga que
ser así.
Tal vez haya que
cambiar
de tanto en tanto
una cosa por otra,
ir y venir en el
espacio,
moverse por el
espacio
o reinventar este
juego de vivir.
Tal vez tenga que
ser así,
tal vez sea bendito
poder cambiar,
poder ir y venir
recordando
o probando ser
otros.
Tal vez de nada
sirva una casa
si ya no puede
llenarse de pájaros
si ya no puede
llenarse de sol.
Tal vez sea
demasiado el peso,
demasiado el
silencio quieto,
tal vez haya
demasiadas
habitaciones vacías.
Tal vez tenga que
ser así
y sea bendito
cambiar,
ir y venir
jugándole esta
carrera al tiempo,
esta carrera a la
simple muerte
a la simple y tan
simple
muerte,
que pretende
llevarnos en un descuido.
Tal vez sea bendito
reacomodar los
relojes
reacomodar los
muebles y el tiempo
en un nuevo espacio
o inventar nuevos
pájaros
en un nuevo jardín.
Tal vez nada se
pierda.
Nada.
Sólo golpea adentro
una campana de fuego
que nos recuerda que
estamos vivos,
sólo una lanza con
luz
que nos dice: vamos,
vamos
hay que seguir.
Tal vez sea
importante
de tanto en tanto
reacomodar los
muebles
las plantas
el corazón,
para volver a dar
un beso de luz
a cada uno de los
que amamos,
tal vez sea
importante
recordar
que aunque cambiemos
de puertas y ventanas
de traje y de
zapatos
y de palabras con
las que nombrarnos,
tal vez sea
importante recordar
que hay algo dentro
que perdura,
algo que tiembla
dentro
como un milagro,
como un frágil
milagro.
Es esta vida,
es esta palabra que
insiste,
besando nuestros
huesos,
es esta vida que
golpea
y tañe su campana
de fuego
su campana
insistente.
Es esta vida la que
nos reclama,
es este
recordarnos el amor,
más allá de todo
espacio,
más allá de las
puertas las tazas
el diario los
relojes
las plantas las
paredes,
más allá de las
paredes de nuestra casa
y de nosotros
mismos,
más allá
está esta vida,
que nos invita ahora
a bailar
a cambiar
a reinventar
un cielo y un
jardín
donde volver
a acomodar el
corazón.
Fotografía / Poesía por Cande Rivero
Modelo: Rocío Rivero