Espigas,
piel convertida
en débiles
filamentos.
Espuma de
domingo por la
tarde.
Corazón
al borde de un
ataque
de lunes.
Puentes,
la mente rasante
convertida en reptil
en insecto que
avanza entre las rocas.
El cuerpo como
rayo
torre
estatua de nylon
entre la multitud.
Los ecos
de una revolución
que arrastra sus
cruces
desde otro tiempo.
No hay nada que nos
salve,
me dijiste.
Mirar el sol
hasta quemar todas
las ideas.
Ir de una cosa a
otra
hasta
hartarse de
movimiento.
Quedarse quieto
muy quieto
mientras las
personas
se azotan la cabeza
contra un mundo de
vidrio,
contra un mundo
inverosímil.
Andar a contramano
juntando pétalos
o cantando tangos bajo la lluvia
que oxida también
la sangre.
La piel
entremezclada
en el aire que no
sabe extinguir
su rabia.
La débil piel
untándose
con las espinas
de un mundo al
revés.
Tu cuerpo como
templo,
raíz a la que me
abrazo,
tu voz como
un siglo
espejando toda esta
ficción.
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