6 de septiembre de 2014

"... después amar después partir y al fin andar sin pensamiento..."



















Me preguntás
por qué dejo la ciudad.
Yo abro un paraguas
y la tormenta se interrumpe
y las personas cuelgan en su
traje de piel
y por momentos
hay tanto silencio
que todo se parece
al final de un camino
y por momentos
hay tanto silencio
pero nadie escucha.
Y vos sabés que
siempre anduve a contramano
alimentando pájaros
que sólo existían para mí.
Y vos sabés que acá
pocos escuchan
el latido de los pájaros
el latido de los otros corazones.
Me preguntás mucho
y yo ya no sé que responder.
Atravieso la ciudad
como si las mentiras
fuesen la niebla
como si el ruido tapara
cosas que nadie se anima a ver,
pozos de realidad
baldíos cerrados con cortinas viejas
donde respiran los semimuertos
donde el que resiste
será el que sobreviva,
donde los locos quedan tirados en la calle
los niños quedan tirados en la calle
y el que no es parte de la niebla
queda excluído tarde o temprano.
Me hablás de ser fuerte
pero creo que ya fui
lo suficientemente fuerte durante años
y me permití desoir
el corazón de un pájaro
las palabras de un loco
el hambre de un niño.
Y no culpo a la ciudad
ni a sus hombres
ni a sus ratas
ni a su mugre
que come de a poco la carne
de los que quedan
y tampoco me culpo a mí
por no haber despertado antes.
Sólo te cuento que me voy
y esto es sólo
un corazón que escribe
una loca que sueña
una niña llena de hambre
sentada en el abismo.




Foto / Poesía por Cande Rivero




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